Actualidad archivos | VOLUNTARIADO GERIÁTRICO https://www.voluntariadogeriatricopamplona.org/actualidad/ Capuchinos Pamplona Tue, 15 Jul 2025 10:39:11 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.2 https://www.voluntariadogeriatricopamplona.org/wp-content/uploads/2022/09/cropped-sercade-voluntariado-geriatrico-32x32.png Actualidad archivos | VOLUNTARIADO GERIÁTRICO https://www.voluntariadogeriatricopamplona.org/actualidad/ 32 32 En verano bajamos el ritmo pero no paramos https://www.voluntariadogeriatricopamplona.org/en-verano-bajamos-el-ritmo-pero-no-paramos/ Tue, 15 Jul 2025 10:37:33 +0000 https://www.voluntariadogeriatricopamplona.org/?p=1484 La entrada En verano bajamos el ritmo pero no paramos aparece primero en VOLUNTARIADO GERIÁTRICO. ]]>

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En verano bajamos el ritmo pero no paramos

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Encuentro anual de voluntariado https://www.voluntariadogeriatricopamplona.org/encuentro-anual-de-voluntariado/ Wed, 09 Oct 2024 15:40:21 +0000 http://www.voluntariadogeriatricopamplona.org/?p=1381 La entrada Encuentro anual de voluntariado aparece primero en VOLUNTARIADO GERIÁTRICO. ]]>

Encuentro anual de voluntariado

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¡Te esperamos! https://www.voluntariadogeriatricopamplona.org/te-esperamos/ Tue, 17 Sep 2024 19:19:08 +0000 http://www.voluntariadogeriatricopamplona.org/?p=1369 La entrada ¡Te esperamos! aparece primero en VOLUNTARIADO GERIÁTRICO. ]]>

¡Te esperamos!

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El Gobierno de Navarra aprueba el III Plan de Voluntariado https://www.voluntariadogeriatricopamplona.org/el-gobierno-de-navarra-aprueba-el-iii-plan-de-voluntariado/ Tue, 09 Apr 2024 09:27:29 +0000 http://www.voluntariadogeriatricopamplona.org/?p=1321 La entrada El Gobierno de Navarra aprueba el III Plan de Voluntariado aparece primero en VOLUNTARIADO GERIÁTRICO. ]]>

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El Gobierno de Navarra aprueba el III Plan de Voluntariado

Miércoles, 27 de marzo de 2024

El Gobierno de Navarra ha aprobado el III Plan de Voluntariado de Navarra 2024-2027, su hoja de ruta en esta materia para los próximos cuatro años. 

El vicepresidente primero y consejero de Presidencia e Igualdad, Félix Taberna, lo ha presentado en la rueda de prensa celebrada tras la sesión, en la que ha destacado que se trata de “un plan para la ciudadanía, diseñado a través de un proceso de escucha y diálogo con los diferentes agentes implicados, que se sustenta en tres principios esenciales: la participación ciudadana, el alineamiento con los Objetivos de la Agenda 2030, y la promoción de la igualdad entre mujeres y hombres a través de la incorporación de la perspectiva de género”.

El III Plan de Voluntariado, impulsado por el Departamento de Presidencia e Igualdad, establece las medidas y prioridades para impulsar el voluntariado en Navarra para los próximos años. Para ello, contempla 59 acciones que responden a 6 ejes de actuación estratégicos: sensibilizar, fortalecer, coordinar, conocer, perspectiva de género y nuevo marco normativo.

“El fenómeno del voluntariado se encuentra en constante crecimiento y transformación. Desde las instituciones queremos acompañar los cambios y ofrecer un marco legal actualizado a las nuevas formas de voluntariado y de participación social con las que cuenta la ciudadanía en el siglo XXI”, ha explicado Taberna. Por ello, el Gobierno de Navarra impulsará en esta legislatura una nueva Ley Foral que regule el voluntariado como motor de cambio social. Cabe recordar que la actual Ley Foral del Voluntariado data de 1998.

El reconocimiento al papel que las personas voluntarias desempeñan en nuestra sociedad también se encuentra recogido en el III Plan de Voluntariado. Por ello, además de la próxima implantación de la distinción `Persona Voluntaria de Navarra´, el Ejecutivo foral implantará un carnet acreditativo a las personas que así lo soliciten, de manera que se acredite y se reconozca su labor. Además, supondrá un importante incentivo porque a futuro estará asociado a una serie de descuentos y otras ventajas que se determinarán oportunamente. 

Otras acciones destacadas del III Plan
El Plan contempla 59 acciones agrupadas en 16 líneas de actuación para concienciar a la sociedad sobre el sentido, valores e importancia del voluntariado; favorecer el desarrollo y crecimiento de las entidades de voluntariado; desarrollar un sistema de coordinación eficaz y sostenible entre todos los agentes implicados; y mejorar el conocimiento sobre la realidad del voluntariado en Navarra. 

Entre los objetivos perseguidos, destaca la consolidación del servicio de intermediación que facilita el contacto entre personas voluntarias y entidades, reforzando recursos como el buscador de acciones de voluntariado que posee Navarra+Voluntaria, la plataforma de voluntariado del Ejecutivo Foral, gestionada por la empresa pública NASERTIC. 

Una de las novedades del Plan es el fomento y apoyo del voluntariado en el medio rural, para lo que se realizará un estudio sobre sus particularidades, se trasladarán eventos y actividades relacionadas con él a diferentes zonas de Navarra y se prevé establecer acuerdos con entidades que trabajen a nivel local, para generar una mayor red de voluntariado en todo el territorio. 

El III Plan de Voluntariado prevé también el fomento de alianzas con entidades y empresas para realizar prácticas de voluntariado corporativo, con universidades y centros educativos, así como con entidades promotoras, patrocinadoras y potenciales financiadoras de voluntariado. 

Para establecer los apoyos necesarios para favorecer el desarrollo de las entidades de voluntariado, se prevé la elaboración de una oferta periódica de cursos de formación y de guías y materiales didácticos que cubran las demandas y necesidades de las entidades, así como la creación de herramientas para elaborar protocolos de acogida a las personas voluntarias o el apoyo en la elaboración de estrategias de búsqueda de financiación. 

Además, al objeto de avanzar en el conocimiento sobre el voluntariado en Navarra, el nuevo Plan prevé la digitalización y actualización periódica del censo para conocer el número y perfil de las personas que realizan prácticas de voluntariado, así como de un mapa de entidades de voluntariado existentes en Navarra, además de la elaboración de diagnósticos y estudios. Asimismo, para concienciar sobre el sentido del voluntariado y promover sus valores, se realizarán campañas de sensibilización y jornadas. 

Jornadas para tejer redes en torno al voluntariado
Estos asuntos se abordan también en las jornadas `Voluntariado 360 Boluntariotza´, que se celebran hoy en el edificio Las Salesas – MCP de Pamplona bajo el lema `Tejiendo redes sostenibles entre empresas, municipios y sociedad civil´. La clausura corre a cargo del vicepresidente Félix Taberna. 

Además de rendir cuentas del II Plan de Voluntariado de Navarra y de presentar el III Plan de Voluntariado por parte del director general de Presidencia, Gobierno Abierto y Relaciones con el Parlamento de Navarra, Joseba Asiain, la cita cuenta con la ponencia ‘Redefinir el Voluntariado como elemento de construcción social’, a cargo de Mar Amate, en representación de la Plataforma de Voluntariado de España. 

La jornada se completa con la mesa redonda ‘Vertebrando territorio a través del voluntariado’, que cuenta con la participación de Beatriz Ochotorena, de Fundación Ultzama 2013, Aitziber Campión, concejala especial de Participación Ciudadana y Euskera del Ayuntamiento de Pamplona / Iruña, y Mirea Ribé Garriga, de Grupo Apex. 

Rueda de prensa completa tras la sesión de gobierno

 

 

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¡SEGUIMOS EN ACTIVO! https://www.voluntariadogeriatricopamplona.org/seguimos-en-activo/ Thu, 07 Oct 2021 08:47:33 +0000 http://www.voluntariadogeriatricopamplona.org/?p=960 La entrada ¡SEGUIMOS EN ACTIVO! aparece primero en VOLUNTARIADO GERIÁTRICO. ]]>

«Por muy larga que sea la tormenta, el sol siempre vuelve a brillar entre las nubes»

( Khalil Griban)

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LA ÚLTIMA SOLEDAD https://www.voluntariadogeriatricopamplona.org/la-ultima-soledad/ Thu, 25 Jun 2020 08:31:16 +0000 http://www.voluntariadogeriatricopamplona.org/?p=954 La entrada LA ÚLTIMA SOLEDAD aparece primero en VOLUNTARIADO GERIÁTRICO. ]]>

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LA ÚLTIMA SOLEDAD

La historia acogerá el año 2020 como el de la guerra biológica más amplia y mortífera de la Humanidad. Sin armas, ni ciudades destruidas, sin guerreros, sin medallas ni treguas. Un agente microscópico está llevando a cabo la venganza de una macro naturaleza maltratada, poniendo de rodillas a una sociedad de la opulencia que no ha podido defenderse con sus habituales recursos, enfrentándola a tener que reconocer que es mucho más vulnerable de lo que presumía. Como toda guerra origina un innumerable sufrimiento y hace crecer el conjunto de seres desfavorecidos, extendiendo por doquier la condición de pobreza. Sería la oportunidad de que esta sociedad del desarrollo, herida y desconsolada, volviera el rostro hacía ese amplio mundo donde el hambre y la injusticia se han hecho permanentes, y sobre cuya población cae ahora la pandemia como una inmensa catástrofe sin posible contención.

En este país los enfermos y fallecidos por este virus han sido tan numerosos y tan inadecuadamente contabilizados, que mal se puede ofrecer una cifra real. Conmueve su número y la circunstancia en la que se ha desarrollado su atención. Superadas las previsiones de una estructura asistencial incapaz de responder, se ha “hecho lo que se ha podido”, ha puesto en evidencia la escasa capacidad de los estrategas de turno y el titánico esfuerzo,  en la primera línea de las trincheras, de la clase sanitaria y  en la retaguardia la Sociedad Civil.

Sin que se pueda cerrar la amenaza de esta situación donde tanto desconocimiento científico aún existe, un pequeño grupo de personas que constituyen el Voluntariado Geriátrico de Pamplona, desea resaltar uno de los aspectos más dolorosos de la evolución de estos enfermos, muchos hacia la Muerte y otros hasta su penosa recuperación: la soledad. Una soledad que tiene rasgos suficientes para calificarla de trágica. Si el virus SARS-2-CO ha elegido con preferencia a las personas de edad, en especial en los centros residenciales, todos los enfermos y la población en general  han sido sometidos a un obligado aislamiento para evitar su extensión. En los Hospitales, solo estaban cerca unos profesionales agobiados por un quehacer continuado y que, entre su ingente tarea, compasivos, dedicaban algunas palabras de consuelo y un breve contacto con sus manos gruesamente enguantadas. Esto sucedía en las Unidades de Cuidados Intensivos. Ya en las plantas, la calidad de los cuidados y la relación humana con el personal mejoraba. Pero no estaban los suyos. El asilamiento ha supuesto un agravamiento insuperable de la situación de estos pacientes en estas instituciones hospitalarias. El sufrimiento era físico -molestias amplias por la posición inalterable, los tubos, la angustiosa respiración-pero, acaso peor, el psicológico, la proximidad del morir, la imposibilidad de comunicarse, de ver a un rostro querido, de sentir una mano que da razón de un largo cariño. Es la última soledad, la que antecede al inevitable poder de la Muerte, en esa desnudez existencial donde el Otro no posee proximidad.

En las Residencias la situación ha sido parecida, con algunas variantes desconsoladoras. Sorprendidos por la evolución social del Coronavirus con su alta contagiosidad, los residentes y el personal con rapidez se infectaron. El cierre de estos Centros fue tardío. Muchos de ellos no poseían ratios de cuidadores suficientes para atenciones extraordinarias y el personal sanitario era escaso. Todas las residencias se descubrieron incapaces de responder ante las exigencias de atención de tantos ancianos enfermos. Las ayudas técnicas no llegaban: material de protección, pruebas de infección viral, presencia de médicos y enfermeras, posibilidades de evacuación hospitalaria. Y el aislamiento. Se clausuraron las Residencias para los visitantes, se les encerraron en sus habitaciones, y en algunos casos, se trasladó a los presuntos sanos, a establecimientos hoteleros. En los peores días, los fallecidos quedaban en su habitación o en alguna dependencia a la espera, que no se sabía cuándo, de ser recogidos por los Servicios Funerarios. El sufrimiento de los enfermos se agravaba cuando eran capaces de advertir que no recibían la asistencia que precisaban y que la Muerte no tardaría en llegar. Estaban solos y desamparados. No cabe duda que la relación humana con los cuidadores sería correcta, hasta cálida, pero la familia estaba ausente.

Son estas dos escenas de la catástrofe social, sanitaria y humana que ha padecido el país y todo el mundo desarrollado. Los más lúcidos y optimistas entre pensadores y sociólogos señalan que sería la hora de favorecer el cambio de esta sociedad por otra más sensata y justa. Llegaran enseguida las consecuencias perversas económicas y sociales, en los que la responsabilidad ética individual y las decisiones de una clase política que se ha ganado la desconfianza, serán la base de una lenta e insegura normalización.

Pero los que hemos asistido impotentes, y con no poca indignación, a estos dramáticos aconteceres, sin poder ayudar a tan amplia y doliente soledad por el confinamiento, estamos considerando que es necesario organizar modos de aproximación, virtual o presencial, a quienes puedan hallarse en semejante situación en tiempos venideros. Tal grado de soledad, en la población mayor que es donde más emerge este mal, nos obliga a proyectar medidas donde la imaginación la experiencia y la valentía ayuden a paliarla. Esto será una más entre las que la Sociedad ha de ejercitar para evitar semejante conflicto derrumbador. De nuevo, se ha claramente señalado que el contingente sanitario ha sido el principal protagonista ante la inminente hecatombe,  y que una parte de los ciudadanos enmarcados en instituciones solidarias han ejercido una amplia intervención de ayuda,  demostrando que son  una fuerza indiscutible en situaciones de inesperada emergencia.

 

Juan Luis Guijarro. Voluntariado Geriátrico de Pamplona.

Junio.2020.

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SOLEDADES MAYORES https://www.voluntariadogeriatricopamplona.org/soledades-mayores/ Wed, 22 Apr 2020 10:06:13 +0000 http://www.voluntariadogeriatricopamplona.org/?p=935 La entrada SOLEDADES MAYORES aparece primero en VOLUNTARIADO GERIÁTRICO. ]]>

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SOLEDADES MAYORES

 

UN RECORRIDO EN MEDIO DE LA PANDEMIA POR RESIDENCIAS DE ANCIANOS EN CATALUÑA

 

¿Qué pasa cuando no es posible decir adiós? ¿Cuando el momento que habías previsto tantas veces —la despedida, la muerte, la ceremonia del funeral— llega de una forma que parecía inconcebible? Escenarios imaginados que quedan enterrados, de un plumazo, por el coronavirus.

—Mi madre acaba de fallecer. Me han avisado de la residencia.

Es Domingo de Pascua. La madre de Marita, Juana Terrés, había cumplido 92 años en febrero y estaba en estado muy delicado a causa de una embolia. La última vez que su hija la vio despierta fue poco antes de que el 12 de marzo su residencia prohibiera las visitas de familiares como medida de protección para evitar contagios. Dos días antes de su muerte, cuando ya estaba inconsciente, Marita pudo verla de nuevo: entró en el centro con un permiso especial, el cuerpo y la frustración enfundados en un traje de protección para evitar el contagio.

A su madre, como al resto de los fallecidos en esta residencia de Sabadell (Cataluña), no le hicieron la prueba. No se sabe ni se sabrá con certeza si murió por COVID-19. Las semanas anteriores, Marita se había movilizado para apoyar las peticiones desesperadas de la dirección de la residencia, rebasada por la situación: pedían test para poder separar a los positivos de los negativos, pedían un condensador de oxígeno, pedían material y apoyo. Nada de eso llegó a tiempo. Entre el 26 de marzo y el 6 de abril murieron once de los ventisiete ancianos de la residencia Vivaldi. Juana fue la número doce.

***

Las residencias de ancianos son uno de los puntos negros en la emergencia sanitaria causada por el coronavirus en España, sobre todo en los primeros compases tras la declaración del estado de alarma. El balance de casos de COVID-19 que ofrece a diario el Ministerio de Sanidad —y que a 17 de abril se eleva a algo más de 188.000 infectados, de los que cerca de 19.500 han muerto— no incluye a los mayores fallecidos en residencias a los que no se les hizo el test, como tampoco al resto de personas sin un positivo confirmado.

Por ahora, no hay un organismo que ofrezca la cifra de fallecimientos en centros de mayores de forma unificada: se debe calcular según los datos proporcionados por las comunidades autónomas, y cada una los ofrece de una forma y en un momento diferente. En esta emergencia las cifras caducan cada medianoche, pero según el mapa elaborado por RTVE a partir de los datos de las comunidades, hasta el 16 de abril han muerto en España cerca de 12.500 ancianos con COVID-19 o síntomas asimilables a los de esa enfermedad en residencias. La mayoría, unos 5.200, en Madrid; en Cataluña son más de 2.100, y en Castilla y León casi 2.000. No hacen falta números oficiales para saber que, además de en las UCI, es aquí, en los centros para mayores, donde se está escribiendo una de las páginas más desoladoras de esta pandemia.

***

El Opel blanco de Marita aparca a pocos metros de la puerta del centro. Su hijo Teo, de 20 años, va en el asiento trasero guardando la distancia de seguridad; su otra hija, Laura, de 30, se acerca caminando. El marido de Marita está aislado en casa, con neumonía y sin ningún contacto con el resto de la familia. Frente a la residencia, antes de llamar a la puerta, Marita y sus hijos suavizan la pena por la muerte de Juana con frases cariñosas a distancia. Los abrazos se guardan para cuando todo esto acabe, ese momento borroso al que nadie aún se atreve a poner fecha.

La directora, Julia, les abre la puerta del edificio de tres plantas. Ni ella sale ni Marita y sus hijos cruzan el umbral: de nuevo manda la distancia de seguridad. La responsable de la residencia lleva bata, guantes y doble mascarilla. Separados por una barrera invisible, pronuncian palabras de pésame y consuelo por un lado, de agradecimiento por otro. Hablan del problema que ha supuesto no haber tenido test para los ancianos que siguen aislados aquí, casi todos con síntomas.

—A mí a lo largo de esta mañana me han preguntado ya dos veces que de qué ha muerto mi madre, que si era positiva. Ya me gustaría saberlo.

Con la distancia siempre por medio, se dicen adiós. “Cuando todo esto acabe, vendremos a daros un abrazo”, promete Marita.

Cuando todo esto acabe.

Mientras vuelve hacia el coche, examina el certificado de defunción que le han entregado. Se detiene en el apartado donde, a bolígrafo y en letras mayúsculas, figura la causa de la muerte: Neumonía por coronavirus no confirmada.

De camino a la funeraria, el coche pasa al lado de un panel de tráfico que advierte, en letras luminosas, de lo que se vive en todo el planeta: “Alarma coronavirus”. El aviso parece casi innecesario. Este 12 de abril se palpa en las calles vacías, en los controles policiales, en las verjas echadas, en una excepcionalidad que enrarece hasta el duelo por la muerte.

***

—¿Sabe por qué vamos así?

La pregunta viene de una auxiliar enfundada en un equipo de protección: el calzado envuelto en plásticos, bata, guantes, media cara tapada por una mascarilla y la cabeza cubierta por un gorro quirúrgico. El anciano, de 89 años, en pantalón azul y jersey marrón, la mira desde la butaca a la que ha llegado apoyado en un andador.

—¿Sabe por qué vamos así?

—Sí.

—El virus.

—Sí.

En la planta baja de esta residencia de ancianos de Sabadell, a pocos kilómetros de Barcelona, un equipo de la oenegé Open Arms prepara el papeleo y el material para hacer a un hombre la prueba de detección de la COVID-19 como parte de un ensayo clínico dirigido por el doctor Oriol Mitjà y coordinado por la Fundación contra el Sida y las Enfermedades Infecciosas y el hospital Germans Trias i Pujol.

Albert, uno de los voluntarios, cuenta al anciano en qué consiste la prueba. Le dirá si es positivo o negativo, si lo tiene o no lo tiene.

—¿Y si sale positivo ya podemos andar por la calle?

—No, hombre, no. Si es positivo, entonces tendrá que estar con más motivo aquí dentro.

—Me cago en diez.

A la espera de que le hagan el frotis, el anciano se pasea por los sótanos de su memoria y rescata recuerdos de su niñez: habla de la guerra que le pilló con cinco años y terminó cuando ya tenía ocho, de la huida de su padre, de cómo en algún momento alguien le dio un arma más grande que él mismo. Forma parte de ese colectivo que vivió la guerra civil y las penurias de la posguerra, el franquismo, la transición a la democracia, la llegada del nuevo siglo. Y, ahora, una pandemia.

—¿Dónde está mi careta?

Se palpa el pecho con dedos como nudos, buscando en vano una mascarilla. Ya le han hecho la prueba. Hasta dentro de unos días no se sabrán los resultados. Una auxiliar le acerca la mascarilla y, apoyado en el andador, vuelve a su habitación.

***

La funeraria trabaja sin descanso. Con el certificado de defunción preparado, Marita espera con su hijo a que uno de los responsables termine de atender a las dos personas que hay en la oficina. Ella es trabajadora social: lleva más de tres décadas dedicada a sectores como urgencias o protección de menores.

—Para mí, lo que ocurre en las residencias es una doble decepción. La administración no ha sido capaz de proteger a uno de los colectivos más vulnerables, el de la tercera edad. Tanto que los hemos priorizado y los hemos cuidado, y a la primera que los abuelos han tenido problemas, nos hemos olvidado de ellos.

Las semanas anteriores a la muerte de su madre, Marita vio cómo la dirección de la residencia Vivaldi se dejaba la piel, dice, para conseguir recursos y apoyo. Ella misma se movilizó al ver cómo se desbocaba la situación: el último sábado de marzo había seis ancianos con síntomas de COVID-19. Al día siguiente eran diecisiete, y dos días después veintiuno de los veintisiete residentes mostraban síntomas. Marita se sumó a las reclamaciones de la residencia y contactó a su vez con el Ayuntamiento, con los bomberos, con la Policía municipal. A principios de abril llegó un equipo de desinfección de la unidad militar de emergencias. Pero los test para los residentes seguían sin llegar. También escribió a finales de marzo una carta al Síndic de Greuges —el defensor del pueblo en Cataluña— que refleja su frustración:

“Las residencias, que son centros asistenciales, se están utilizando como centros sanitarios pero sin el apoyo ni los medios necesarios (…). El 061 responde de forma robótica a las demandas de la directora, indicando el protocolo del día, pero sin ninguna solución efectiva. Lo que vemos los familiares es que la administración los está dejando morir sin ninguna atención especializada. Y de eso no se habla. Los datos que dan en el telediario son mentira”, escribió.

Aquel fin de semana se hablaba de 400 ancianos en toda Cataluña.

—Nosotros sabíamos que la cifra era mentira. Si solo en la residencia de mi madre había una veintena, era imposible. Recuerdo que aquella semana se hablaba de las residencias pero de una manera tangencial, se decía que ya se les estaba llevando ayuda, se hablaba de casos y muertos por COVID-19… Pero no hablaban de los que no tenían la prueba hecha.

El encargado de la funeraria entra a la sala de espera para indicar a Marita que ya puede pasar a la oficina. Su hijo tiene que quedarse fuera: solo puede entrar una persona, le advierten.

—Pero cuando hemos llegado había dos.

—Sí, pero el suyo es un fallecido por COVID-19. Solo puede entrar usted.

***

Julia Rajo, directora de la residencia Vivaldi, con trece plazas públicas y catorce privadas, no esconde su frustración. Hablamos con ella el 6 de abril, seis días antes de la muerte de Juana: los fallecidos entonces eran once —el último esa misma mañana— y prácticamente todos los residentes tenían síntomas.

Poco después de que el primer anciano mostrara síntomas compatibles con el coronavirus, el 16 de marzo, la directora empezó a pedir pruebas para todos los residentes para comprobar si había positivos y aislarlos convenientemente. Cuenta que envió e-mails a entidades, llamó al teléfono 061, al de vigilancia epidemiológica. Y que le dijeron que no se hacían pruebas. “Que solo se hacían a casos muy graves en el hospital”, dice.

Finalmente, a través del Centro de Atención Primaria (CAP), logró que hicieran el test a la primera persona que había mostrado síntomas. Resultó positivo y a raíz de eso lograron pruebas para otros dos residentes: también positivos. Los aisló, pero los síntomas empezaron a aparecer en más ancianos. El resto de las pruebas pedidas no llegaban, ni tampoco el material. “Pedí un saturador [de oxígeno] al Ayuntamiento, a la Generalitat, al CAP, a todas partes. Nadie. No ha llegado ninguno”. Lo único que recibió, la primera semana de abril, fue una caja de mascarillas, explica. Ella había adquirido por su cuenta material de protección —gel desinfectante “para aburrir”, mascarillas, gafas protectoras—, y para cubrir el uniforme y el calzado utilizaron el plástico de bolsas de basura. En la residencia también tenían un concentrador de oxígeno que la directora adquirió en su día y que iba pasando de habitación en habitación.

El teléfono no para de sonar mientras Julia habla. En la sala contigua, los voluntarios de Open Arms hacen pruebas a las auxiliares para el ensayo clínico. Habituado a trabajar en rescates en el Mediterráneo, el equipo ha cambiado de escenario y contribuye, estos días de emergencia sanitaria, a realizar test en residencias y trasladar a ancianos para intentar contener los contagios.

—¿Ha habido traslados a la UCI?

— No. Aquí imposible.

Esta crisis sanitaria ha cargado a los médicos con la responsabilidad inmensa de decidir quién va a la UCI. Distintos organismos han publicado recomendaciones y guías en las que entran en juego muchos factores: desde años de vida hasta el estado funcional y los problemas crónicos de los pacientes. El Departamento de Salud de Cataluña envió a finales de marzo a los servicios de emergencia un documento en el que recomendaba evitar el ingreso en cuidados intensivos a los pacientes mayores de 80 años, aunque subrayaba que por encima de estas pautas debe prevalecer el criterio médico. La Sociedad Española de Medicina Intensiva Crítica y Unidades Coronarias hizo recomendaciones en el mismo sentido, mientras que el Ministerio de Sanidad intervino en el debate, ya entrado abril, con un informe que califica de inaceptable rechazar a pacientes en UCI por el criterio de la edad. Más allá de la tinta sobre papel, quienes en última instancia llevan el enorme peso de cada decisión son los médicos.

—Entiendo que hagan un corte, yo entiendo todo eso. Lo que no entiendo es que no se haga un maldito test para, por lo menos, preservar a los que están bien. Porque si hacen el test a todos, entonces yo ya sé quiénes son los positivos y los pongo solos; a los otros los dejo aislados de dos en dos, siempre, y por lo menos puedo organizarme mejor. Pero es que voy dando palos de ciego.

***

Navàs está a unos 80 kilómetros de Barcelona y tiene 6.023 habitantes. Es Sábado Santo y la carretera que lleva al centro del pequeño municipio está vacía, igual que sus calles. Al fondo de una se ven tres siluetas cargadas con bolsas de la compra. La residencia municipal de ancianos es un edificio marrón situado en la parte oeste, cerca de la autopista de Montserrat. Frente al porche principal, una veintena de empleados espera al equipo de Open Arms para participar en las pruebas del ensayo clínico. El centro tiene 74 plazas: desde el inicio de la crisis por la COVID-19, han muerto nueve de sus residentes.

—Los conocemos de toda la vida. Abuelos que iban a comprar después los ves aquí… Te has criado con ellos.

Lucía lleva 17 años trabajando en la residencia. Su compañera Montse, 14. Las dos repiten las palabras pena, riesgo, ansiedad. Están en primera línea y psicológicamente, dice Montse, muy abajo.

—Estamos preocupadas por la familia. Porque tú vas a casa y no sabes lo que vas a llevar. Tienes a tus hijos, tienes a tu marido que también tiene una edad, que también puede ser un colectivo de riesgo. ¿Y tú cómo vas a casa?

Al principio no había material para todas, recuerda: trabajaban con lo que llevaban de casa. Como en otros lugares sacudidos por la emergencia, tiraron de bolsas de basura para hacerse ellas mismas equipamientos de protección. Luego empezaron a llegar las mascarillas y trajes confeccionados a golpe de máquina de coser por voluntarias del pueblo. Las gratitud de ambas va dirigida a los vecinos, al alcalde, a un colectivo de Cáritas. “Están haciendo cosas por nosotros. Porque ven que nos jugamos nuestra piel, nuestra salud”, dice Montse. Lucía habla del cansancio, de no poder dormir por la sensación de tener los síntomas sin saber si son reales o algo imaginario causado por la ansiedad. De los abuelos que no saben lo que ocurre y de la anciana que el otro día, al ver cómo iba protegida, le soltó: “¡Vaya teatro que estáis haciendo!”. Son muchos, interviene Montse, los que no saben qué pasa.

—Y cómo les podemos explicar nosotras… Nos preguntan: ¿Por qué vais vestidas así? Y nosotras intentamos animarles, les decimos que estamos así por la situación, pero que cuando esto pase ya nos pondremos otra vez como siempre. Nosotros lo hacemos por ellos, porque si no, cogemos la baja y nos quedamos en casa. Pero si todo el mundo abandona el barco, este barco se hunde.

***

El alcalde de Navàs, Salvador Busquets, también se encuentra entre el grupo que espera en el porche de la residencia. Dice que la falta de material y, como consecuencia, la “inseguridad brutal” ha sido el gran problema para lidiar con la situación en la residencia del municipio.

—Llegaron 25 test rápidos, que no sirvieron para nada. Se hicieron a trabajadores y todos dieron negativo [la fiabilidad de los resultados se puso en duda más aún después de que uno de los supuestos negativos diera luego positivo en el hospital]. Hasta ayer no llegaron a hacer PCR [test que detectan el genoma del virus, más fiables que los rápidos] a los residentes. Han pasado tres semanas sin absolutamente nada. Toda la equipación que llevan los trabajadores la ha donado el pueblo.

Explica que ayer llegó también una partida de material de la Diputación —40 monos para 66 trabajadores, dice— y otra del Departamento de Trabajo. También afrontan un problema de recursos humanos: un 25 % de los empleados de la residencia está de baja, muchos de ellos por ansiedad.

—Yo entiendo que la situación era inevitable, pero lo que sí era evitable es que la gente trabajara en estas condiciones.

Otro frente que preocupa al alcalde es el aislamiento: una medida de protección efectiva para evitar contagios que, sin embargo, arrastra la consecuencia dolorosa de la soledad. En las últimas semanas, ante la incertidumbre sobre qué ancianos eran positivos y cuáles no, se actuó por la “generalización” y se fue aislando a cualquiera que mostrara cualquier indicio de síntoma, “sin tener claro si realmente era necesario o no”, dice Busquets. Por protocolo, las familias no pueden entrar. Solamente cuando hay alguien en estado terminal permiten acceder a una persona: es una de las caras más crueles de esta pandemia.

—Tenemos abuelos solos desde hace más de dos semanas encerrados en una habitación. Se nos morirán de pena.

***

En España hay algo más de 5.300 residencias de ancianos con unas 372.000 plazas, según datos de 2019. Cerca de 208.000 son en centros públicos o subvencionadas en centros concertados. Cataluña es la comunidad que encabeza el número de residencias y de plazas, con algo más de mil centros que ofrecen unas 62.000 plazas.

El mapa de residencias en esta comunidad, como en el resto de España, es muy heterogéneo: desde las que pertenecen a grupos internacionales hasta las de proveedores de servicios sanitarios, o las de gestión municipal, o las que son propiedad de pequeños gestores privados… Son centros asistenciales y no hospitalarios. Sus instalaciones, personal y organización son un factor importante a la hora de afrontar la emergencia. Lo subraya Miquel Àngel Mas, médico especialista en geriatría y adjunto a la dirección clínica territorial de cronicidad de la denominada Gerencia Metropolitana Norte de Barcelona, del Instituto Catalán de la Salud. Bajo el paraguas de esta Gerencia hay unas doscientas residencias de esa zona a las que prestan servicios de atención primaria. “Cada residencia es un mundo, cada realidad es muy concreta”, dice. La emergencia ha hecho que los equipos asistenciales trabajen “al máximo nivel de intensidad posible”, según un plan integrado marcado por la estrategia epidemiológica. La enorme complejidad de la situación, añade, hace que este plan varíe en función de cómo cambian esas recomendaciones epidemiológicas.

—La crisis está desbordando a todo el sistema, las residencias no se van a quedar atrás. Nos hemos encontrado con que, a pesar del plan, la situación epidemiológica es la que es. Nos vamos adaptando.

Admite que la participación de muchos actores en el proceso “ralentiza la respuesta”. La coordinación “es compleja”. Además, recalca, la estrategia varía según evoluciona la propia epidemia. “A medida que hay cambios en las recomendaciones epidemiológicas tenemos más acceso a pruebas; la estrategia actual es hacer test y a partir de ahí tomar decisiones en cada uno de estos centros”.

El Departamento de Salud de la Generalitat —que el 8 de abril asumió la competencia de las residencias, hasta entonces bajo Trabajo y Asuntos Sociales— prevé realizar unos 1.500 test al día en las residencias de Cataluña para decidir las intervenciones en cada una. El Gobierno catalán también ha aprobado traslados: a mediados de abril se habían reubicado 480 ancianos a espacios mejor acondicionados, y cerca de otros 500 habían dejado las residencias y regresado con sus familias.

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Un voluntario de Open Arms protegido con un buzo empuja la silla de ruedas de Josefa, de 92 años. Los equipos de esta ONG apoyan, por una parte, al Ayuntamiento de Barcelona en los traslados, y por otra contribuyen en la realización de test en residencias: desde el 30 de marzo hacen pruebas para el ensayo clínico que ya ha sido descrito en esta crónica, y ahora han sumado sus fuerzas para realizar los test masivos de la Generalitat en 290 residencias con al menos un caso positivo confirmado. Cuentan con 30 vehículos, todos provenientes de una cadena solidaria, y un equipo de voluntarios formados para realizar las pruebas.

Uno de ellos acompaña a Josefa a la ambulancia que la trasladará al Centro Integral de Salud de Cotxeres, especializado en enfermos crónicos. Sus pertenencias van apretujadas en una pequeña maleta. Detrás suben a una mujer que no recuerda su edad pero sí que nació en un pueblo andaluz. Pregunta si la van a llevar a casa y se enfurruña cuando le dicen que no, que la trasladan al hospital.

La residencia de ambas es un pequeño centro de 22 plazas, todas privadas, al lado de un bloque de viviendas de protección oficial en el norte de Barcelona. Desde que empezó la emergencia fallecieron aquí tres personas. Hoy trasladan a seis de los ancianos a otro lugar.

A unos 10 minutos en coche de aquí, en una calle residencial cerca del Parque Güell, se levanta una villa de tres plantas. Aparcadas enfrente hay dos ambulancias y está a punto de llegar una tercera. En la entrada espera Jesús, encargado improvisado de esta residencia de 35 plazas. Habitualmente él se encarga de mantenimiento. Sin embargo, hace unos días hicieron el test de COVID-19 a todos, empleados y residentes, y todos fueron positivos excepto él y otros dos compañeros. Aquello le dejó a él como encargado temporal. Cuenta que ayer fueron trasladados siete ancianos y otra fue ingresada en UCI; hoy se llevan a las que quedan, todas mujeres, a uno de los espacios habilitados en Barcelona. Las ancianas no parecen extrañadas de ver al encargado enfundado en un mono blanco que le cubre de pies a cabeza. El material de protección llegó a esta residencia a finales de marzo, dice Jesús, y las pruebas se hicieron a principios de abril. El gran problema aquí ha sido la reducción del equipo, diezmado por la COVID-19. Pese a ello, el personal “ha estado luchando para que no les falte de nada” a los residentes.

—Sé que es duro para nosotros, pero esto se hace por humanidad. Cuando llueve, nos mojamos todos.

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A intentar aliviar la situación en las residencias contribuye también Médicos Sin Fronteras (MSF), que ha intervenido en 120 centros de mayores en toda España, 70 de ellos en Cataluña. Entre otras cosas, asesoran sobre cómo afrontar un alto número de enfermos de COVID-19: forman al personal en manejo de equipos de protección personal e higiene, y rediseñan los espacios para que las personas positivas y los casos asintomáticos permanezcan en áreas separadas. También promueven comités de crisis para sentar a los actores implicados en una misma mesa, sin importar si las residencias son públicas o privadas. Y defienden “el trato digno a los pacientes, el derecho de las personas mayores a un tratamiento preferente y cuidados paliativos”, explica Ximena di Lollo, coordinadora de atención a mayores en residencias. Para ello, subraya, es fundamental que las residencias tengan los recursos necesarios.

—Es inaceptable que los mayores mueran solos, tristes, confundidos y sin tener a ninguno de sus seres queridos cerca. Lo vemos como algo inhumano. Hay que proveer al familiar de un equipo de protección adecuado, y que la residencia esté gestionada correctamente. Y en este momento, con el desbordamiento que hay porque no tienen personal, es muy complicado.

***

En la funeraria de Sabadell, Marita, la hija de Juana Terrés, sigue con el trámite para la cremación de su madre. En la sala de espera, su hijo Teo nos cuenta que la emergencia le ha hecho perder de la noche a la mañana su trabajo en un restaurante en el que ayudaba los fines de semana: otra de las consecuencias de esta crisis que al principio se miraba de lejos en otro continente y que llegó hasta aquí como un bofetón.

Marita sale finalmente de la oficina, tras cerrar los detalles para la cremación. La lista de espera obliga a que sea dentro de nueve días. Las cenizas se las entregarán en una fecha incierta: “Cuando se pueda”.

—Ahora yo ya no tengo prisa. Cuando sea, será.

Luego las trasladarán a L’Hospitalet de Llobregat para que descansen junto a los restos de su marido, como ella quería. Marita tiene la sensación de que toda esta situación le ha robado algo, y reflexiona:

—El tema no es que se ha muerto la abuela. Es cómo se ha muerto, con qué abandono. Se ha muerto sola y nosotros no podemos ni tocarnos —dice—. Socialmente no puede ser que no pase nada. De esto tiene que salir la conciencia y el replanteamiento del sistema residencial. Ahora porque ha pasado esto, pero es un sector en el que trabajan como… No os podéis imaginar. Hay que plantearse qué recursos les otorgan.

El nombre de Juana aparece al día siguiente en un periódico local entre los de más de medio centenar de fallecidos ese fin de semana en la provincia de Barcelona.

“Juana Terrés. Murió ayer. Sin ceremonia”.


 

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LA SOLEDAD DOLIENTE https://www.voluntariadogeriatricopamplona.org/la-soledad-doliente/ Fri, 17 Apr 2020 17:02:49 +0000 http://www.voluntariadogeriatricopamplona.org/?p=927 La soledad, con el cáncer, la demencia y la depresión, son los azotes de la vejez en el siglo XXI. Por eso se ha convertido en un considerable desafío asistencial.

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NOTICIAS

LA SOLEDAD DOLIENTE

La soledad, con el cáncer, la demencia y la depresión, son los azotes de la vejez en el siglo XXI. Por eso se ha convertido en un considerable desafío asistencial.

La soledad no es un sentimiento extraño. Todos hemos padecido soledad, la conocemos por experiencia personal, casi siempre efímera. Pero hay soledad que posee hondas raíces y que perdura, la soledad como compañera permanente. Conviene diferenciar entre aislamiento social, que es una situación, de la soledad, que es un sentimiento, aunque en muchas ocasiones aparezcan juntas. Es necesario diferenciar la soledad buscada, aprovechable, de la soledad obligada, no deseada, la que llamamos soledad doliente. Otro modo de señalarla es considerando, como en lenguaje corriente se acostumbra, el vivir solo y el sentirse solo.

En el Diccionario de la RAE se define como la carencia voluntaria o involuntaria de compañía. Y en otro sentido, lugar desierto o tierra inhabitada. Un paso más en esta apreciación lingüística es advertir que sentirse solo puede originarse en esta ausencia de contacto humano, pero esto puede suceder también rodeado de personas y de familia. Conviene señalar que, aun siendo un sentimiento, también es un proceso y que, como tal, posee una evolución. Y que presenta más complejidad que la que aparenta.

Para acercarse a la dimensión de este fenómeno humano, las cifras muestran datos muy valiosos. En el total de la población del país, una cuarta parte viven solos. De ellas el 40% son personas mayores de 65, alrededor de 2 millones de individuos, siendo un 25% de ellos mayores de 79 años. Las encuestas arrojan que se sienten solos, de cuando en cuando un 23%, y a menudo, el 6%. En Navarra son 20.000 las que habitan viviendas unifamiliares, y en Pamplona, algo más de la mitad. De ellas unas tres cuartas partes son mujeres.

Es interesante conocer las cifras de la distribución demográfica en España según el estado civil. En la vejez son casados o en pareja el 60. Son viudos, especialmente mujeres, el 29%. Solteros el 7% y separados el 3%. Si se examinan los modos de convivencia, para la población general, dominan los matrimonios y las parejas, casi el 50%. Debe recordarse que los que viven más y mejor son ellos. Los hijos, bien con sus padres o solo con uno, es casi el 30%. Este dato se relaciona, sin duda, con la crisis a partir del 2008.

Según las cifras de EUROSTAT del 2017, un 6% de la población general europea no tienen a nadie a quien pedir ayuda. Un 23% de las personas encuestadas señalaban que se sentían a veces solas, y una cuarta parte de ellas tenían ese sentimiento frecuentemente. Las personas que viven solas padecen sentimiento de soledad más a menudo que las que lo hacen en compañía, estas últimas son 1/3 del conjunto. Uno de cada cinco españoles teme vivir con soledad cuando alcance la edad mayor y una cuarta parte tiene miedo de no poder contar con ayuda. Ante esto, casi un 25% se iría a vivir a una residencia.

Vivir solo, con o sin sentimiento de soledad es un notable factor de riesgo en la edad mayor. Se estima que un 40% de la población de más de 65 años se hallan en riesgo de aislamiento. Todos estos datos muestran que la soledad es un fenómeno humano y sociológico que se halla en evidente incremento.

Cuando se evalúan en nuestra sociedad los estratos poblacionales donde la soledad tiende a afincarse se advierte que, la que ocasiona sufrimiento, no es patrimonio exclusivo de la vejez, aunque es más común en esta edad y tiene particularidades diferenciales. Niños con soledad, jóvenes que se sienten solos, adultos con vacíos personales que arrastran su deficiencia con escaso consuelo. Pero principalmente en la vejez y con preferencia en las personas con discapacidad. La gente que vive en soledad obligada es en la que más se evidencia el conjunto de los deficits que conforman a la vejez como la edad de la pérdida. Los grupos más vulnerables a la soledad son, además de los mayores, los desempleados, los refugiados y emigrantes y todos los excluidos por la pobreza, entre ellos los sin techo.

Al preguntar por las causas de la soledad, dentro de la complejidad de sus dinamismos, hay que destacar los siguientes: La edad, el sexo, el ambiente humano próximo, la capacidad económica, el nivel cultural, la presencia de enfermedad o discapacidad, la personalidad, y dentro de ella, el área relacional. Y, por último, el hábitat, la ciudad o el medio rural.

¿Cuáles son los motivos por los que la soledad se presenta preferentemente en las personas de edad? El propio envejecer lleva consigo evidentes pérdidas: Decadencia o decrepitud en las funciones, tendencia al aislamiento, fácil presencia de enfermedades, necesidades de atención, dominio de la tristeza y juicio de acabamiento. Pero se compensa con otros beneficios: la jubilación, el tiempo libre y su engaño, el uso bien aprovechable del ocio, la oportunidad de extender la red de relaciones. Y siempre la amenaza, no tanto de la muerte, como de la discapacidad.

Es perjudicial tener un juicio demasiado negativo de la vejez, ampararse un estereotipo oscuro de los últimos años y pensar que, entre otras debilidades, es el tiempo de la soledad. Es cierto que se es más proclive a padecerla, pero no es obligado. Entre el pesimismo y su contrario, sobre lo que poco podemos influir por ser un hecho caracterológico, está un ancho campo a recorrer donde hay que ser, y en función de las circunstancias, unas veces alegres y esperanzados, y en otras ocasiones, navegar en la niebla. Como el tiempo atmosférico, aceptando la amenidad de lo variable. Valga como ilustración un pequeño poema de Mario Benedetti:

Después de la alegría,

Después de la plenitud,

Después del amor,

viene la Soledad.

Conforme.

¿Pero que vendrá después

de la Soledad?”.                           

 

En el fondo de toda soledad se halla el encuentro humano, la presencia del Otro como fundamento de la vida social. No hay hombre sin la existencia de otro ser humano en su cercanía. Todo empieza al nacer. Madre y niño son una unidad. Lo amamanta, lo asea, lo cobija entre sus brazos. Se ha descubierto que la Macrobiótica, el centenar y medio de familias bacterianas saprofitas que colonizan nuestro intestino, en un 90% proceden de los dos primeros días de la vida y de su madre. Es un gran momento de la existencia humana.

En la niñez se conforma el individuo. Puede ser, y es lo deseable, la época de mayor felicidad del hombre. No hay nada más desconsolador que un niño que no es feliz. ¿Para cuándo la densa felicidad, esa que se siente más que se piensa?   La presencia del Otro es esencial en el devenir del hombre, le da realidad, solidez, confianza. Ahí surge el mejor fruto de la historia individual y colectiva: el amor.

Desde la primera empresa de cualquier ser vivo, la supervivencia, y el hombre es el más alto ejemplar, se hallan las necesidades y el afán para satisfacerlas. Unas son de índole material – comer, tener vivienda, y vestido, calefacción, atención sanitaria. Otras son psicológicas, espirituales, relacionales. De esas relacionales nace la soledad, Cuando nuestras aspiraciones y expectativas de ser queridos, estimados, reconocidos, se ven frustradas, cuando entre el Otro y nuestras básicas exigencias hay una  aduana cerrada, cuando entre cómo se vive y como le gustaría vivir existe discrepancia, la soledad doliente acude.

En la esfera de lo psíquico que mantiene al hombre en sus sucesivas edades, hay un preciado segmento que es la personalidad relacional, la que regula y sostiene nuestra participación en el mundo social, con el Otro, con los demás. Personas hay que son extrovertidas y las que no lo son. Unas con recursos relacionales extensos, otras atadas a la timidez o a la misantropía. La soledad, en gran medida, surge de esta dimensión de nuestro ser social, de nuestro psiquismo hacía el Otro. Y siempre, la relación significativa, la imprescindible: la madre, el esposo, el amigo. Pero nadie está exento de padecerla en algún momento de su existencia Y digo padecer refiriéndome a esta soledad que duele, que hace sufrir. Como nadie está exento de sufrir enfermedad, aunque con años en la mochila, tenga la fortuna de no tomar medicamento alguno. Ni de caer en la espiral de la Depresión: todo depende que el vivir haya encontrado nuestro talón de Aquiles para golpearlo. Este argumento debe aplicarse a la soledad y al tiempo. Unas son esporádicas, regresivas, otras permanentes, toman cuerpo en esa historia humana y se cronifican. Por eso, al abordar la Soledad desde la perspectiva de la prevención, el primer factor a considerar es la psicología relacional de la persona.

Porque hay personas que viven solas, pero mantienen una red social amplia y bien aprovechada. Y otras que, viviendo en compañía, padecen soledad. Este caso no es infrecuente. Esto da ocasión para advertir que hay mayores rodeadas de familia que presentan soledad doliente Y esto acontece porque no sienten el reconocimiento por su labor en el largo pasado doméstico y que viven la discrepancia entre lo que exigen y los que los demás le ofrecen. De este modo se fragua una soledad obscura e hiriente. Por esta razón se explica que haya en el mundo mediterráneo más soledad obligada en las mujeres que en la geografía humana del Norte de Europa, donde la dinámica familiar de desasimiento temprano es tan común. Esa grieta en la expectativa deseada y la no cumplida, conduce a una íntima y silenciosa insatisfacción. Y fructifica la soledad.

Un enfoque se gran interés en la vida relacional es la del Apego. Este se configura como calidad del propio vínculo interhumano. Como señala Bowlby, el apego se ubica en la intrahistoria de cada hombre y desde ahí actúa, en el campo de la entraña misma de la evolución humana. Bien lo sugiere Antonio Machado  

“Volver a sentir en nuestra mano

Aquel latido de la mano buena

De nuestra madre”.                    

De esta teoría resultaría una soledad emocional, por ausencia de ese apego, de esa persona que lo ofrece enriqueciendo la continuidad de la relación. Y la otra soledad, la social, donde predomina la lejanía de los contactos humanos. Esta falta de apego, esta desvinculación de lo entrañable o su debilitamiento, aboca inevitablemente a la soledad.

 

La soledad es un riesgo considerable en la vejez. Con o sin sentimiento de soledad, vivir solo conlleva un riesgo que crecerá cuando las circunstancias sean desfavorables. Por muy bien que se halle una persona, sola y mayor, aunque su capacidad de desenvolvimiento sea buena, en cualquier circunstancia de crisis o compromiso, el desamparo crecerá hasta la angustia. Riesgo de padecer enfermedades, principalmente los que, además, sufren soledad. Y entre ellas, como amenaza evidente, la depresión. Estudios de seguimiento evidencian que la persona que siente soledad tiene dos veces más riesgo de muerte que los que no la presentan.

Hay en todo sentimiento de soledad dos elementos constitutivos principales: el vacío y el desamparo. Ese vacío que denota la ausencia de quien es necesario y de los sentimientos que se generaban. Aquí tiene perfecta cabida la teoría del apego. El querer y ser querido se descompone, el paisaje intimo se desvanece. “¿Quién me ayudará, quien me podrá auxiliar?” Y llega el miedo con su tenebrosa atmósfera.   Esa es la diferencia entre quien vive solo, sintiendo soledad, y los que viven acompañados, aunque padezcan esa hiriente soledad de no sentir la compañía en su interior. Pero cuentan con el entorno para atenderles. No son raras las soledades ocultas, en las que, por vergüenza, por culpa o por exigencia de aparentar, la esconden. Esas son formas muy dañinas.

Para completar la configuración de la soledad, de modo resumido, conviene apuntar lo que mantiene la psicóloga Carol Ryfl: cesa el bienestar del individuo en soledad porque se disuelve la auto aceptación, los proyectos de vida se encogen, las ilusiones desaparecen, como también el control y la influencia sobre el medio próximo. Como efecto se crea un grave compromiso en su autonomía.

 

La soledad, según las situaciones, puede exhibir características diferentes. Así sucede con la soledad en la convivencia familiar. Como la que surge en circunstancias poco comunes, tal son los ingresos hospitalarios. O cuando la persona ha de penetrar en la situación de invalidez y depender de los demás. O la soledad en las residencias de ancianos.

A las instituciones donde residen ancianos irán a parar muchas personas que la padecen. Se ha perdido el ambiente amparador y quienes lo habitaban, motivo preferente para ingresar en la residencia. Allí no faltará la cobertura de todas las necesidades materiales. Y para que no emerjan las deficiencias psicológicas en ese especial ambiente comunitario, es preciso proporcionar una buena acogida, establecer un permanente reconocimiento de los valores que tuvo y que, a buen seguro, aún quedan restos suficientes. Y favorecer hasta donde sea posible el logro de sus deseos. Esto puede resumirse con ese término tan común y tan difícilmente realizable, la personalización. La soledad es allí muy frecuente, se lleva en los adentros y se refleja en el rostro.

Otra es la de los incapacitados. Al perder la autonomía, al no poder acudir a donde están los demás, solo cabe esperar que los otros los visiten, que se acerquen a ellos. Además de las incapacidades que han de soportar, para completar su sufrimiento se suma el progresivo alejamiento de los otros, la familia a veces, y más comúnmente los amigos.

O la de los enfermos hospitalizados, donde a la amenaza vital se añade el dolor, las molestias, el drástico cambio de la vida cotidiana. Casi siempre acude la familia, pero otras veces por inexistencia o lejanía, no hay nadie con ellos. Claro que esto se palía con los voluntariados de compañía en el área hospitalaria. Esto se ha generalizado en el país y en el de Navarra hay uno muy activo.

 

Una pregunta que se repite a menudo cuando van pasando los años es ¿Cómo prepararse para la soledad? Seguramente el mejor entrenamiento para la soledad es acompañar, bien en el natural ambiente familiar, bien como objeto de amistad. Hay que conocer en la edad de la plenitud y el vigor, que tipo de personalidad relacional se posee. Aquí sucede como con la actividad física. Un sector de la población la practica asiduamente, otro es reacio a ella. Quien posea habilidades sociales, debe mantenerlas. Quien se acerque a la misantropía, o se plantea mejorar en su actividad social cuando entre en la vejez, o se condenará a la soledad. Y aunque esta pueda ser buscada, hasta beneficiosa, llegará un momento, demasiado frecuente en las personas mayores, en que el aislamiento será efectivo y no tenga a nadie en momentos críticos que pueda ayudarle. Una acción fundamental consiste en aumentar el capital social de la persona, dilatar el tiempo a emplear en sostener el caudal exterior.

En la vejez se tiende a empobrecer el mundo relacional. El ánimo de salir y frecuentar las amistades se debilita, particularmente cuando la salud se resquebraja. Otras es el mundo exterior el que flaquea. Familiares y amigos que han fallecido, otros que están recluidos en los domicilios por procesos incapacitantes o han cambiado de domicilio. Frente a ello, para evitarla, con o sin buenas habilidades relacionales, hay que incrementar la red social y la participación, además del contacto con la familia. En una palabra, junto al ejercicio y la actividad física, ejercicio y actividad social.

 

Imaginemos momentáneamente que la soledad es una enfermedad y apliquémosle medidas preventivas, curativas o rehabilitadoras. Y demos desde el principio la noticia de que no hay panaceas frente a la soledad. El único remedio, no definitivo, el más aplicable, es el encuentro interpersonal. Las personas con psicología relacional débil son las de mayor riesgo de padecerla. Basta que las circunstancias adversas se instauren, para que asome y tome posesión de su existir la soledad. Por tanto, todo lo que el individuo y su entorno humano haga para potenciar su relacionabilidad, obtendrá un claro beneficio para los momentos difíciles. Si el ejercicio físico se ha convertido en el principal estímulo para mantener una buena vejez, casi una vacuna frente a la decrepitud, la sociabilidad de la persona es el único ejercicio preventivo para dificultar o reducir la aparición de la soledad prolongada.

Como la actividad física es el factor principal para conseguir una vejez satisfactoria, el incremento de las relaciones sociales se convierte en el mejor antídoto frente a una posible soledad. Y no solo en su número, acaso más en la calidad: la significación de los otros en nuestra vida, el grado de confianza, la antigüedad de la vinculación   es el único remedio ante la soledad. Encuentros directos, personales, los mejores, o usando los modernos instrumentos de comunicación: el teléfono, las redes sociales, el Skype. Afortunadamente muchos mayores ya las saben emplear.

 

Cuando se encuesta a las personas mayores y se les pregunta por quien prefieren para que los cuide y para cuando aparezca la soledad, señalan lo primero la familia y luego, si esta falta, los amigos. Un poco más lejos los vecinos, y en último lugar, los voluntarios. Y nunca falta la mención al Estado, responsable último y obligatorio de su asistencia.

  1. Por parte de quien la padece.

El afrontamiento.

Las medidas personales difícilmente se pueden establecer de modo urgente. La soledad depende en gran parte de la personalidad relacional de la persona, y apenas puede cambiar en poco tiempo. Es necesario llevar a cabo un afrontamiento de la situación con la pertinente reflexión y la aceptación que conduzca a tomar la actitud más adecuada. Acceder al propio sentimiento y a su vivir, tratando de encontrar las causas que a la soledad le ha conducido. Pocas veces esto se hace posible con los propios recursos, necesitándose una ayuda exterior y seguramente técnica. Para ello hay que partir previamente de una decisión firme de abandonar esa situación psicológica.

 

  1. Como responsabilidad del entorno humano, de los demás.

El acompañamiento.

Su base es el encuentro humano, la realización de la presencia del Otro, el reencuentro con la conformación social del ser hombre. Dar y recibir, querer y ser querido. Recuperar algo, el aroma, el paisaje de una desvanecida plenitud. Abrirse a los otros es el fundamento de la plenitud psicológica del hombre, la que le da la estatura humana satisfactoria. Todos los que lo practican, especialmente desde la gratuidad, reconocen que siempre reciben más que lo que conceden. El medio amparador principal es la familia, y es al que reclaman cuando piensan en lo que necesitan. Y también los amigos, donde está asegurado el amparo que proporciona el afecto y su historia

Siguiendo a Enmmanuel Levinas y su teoría sobre el OTRO, que muy esquemáticamente la resumo, se explica que aquello que se nos muestra el Otro, es su rostro y su mirada. Y detrás de esa apariencia están todos los seres que se hallan con semejante necesidad. Este es el núcleo del encuentro humano. Uno se hace servidor del otro desde una actitud compasiva y beneficiosa. De esa respuesta nace la equidad y la justicia. Y la última respuesta será el amor.

La familia.

Es preciso mejorar la relación familiar, ofrecer protección y seguridad, afianzar las visitas, corregir los defectos de las mismas, anteponer a cualquier distracción el encuentro personal.

Los amigos.

Después de la familia es lo que más se desea como ayuda en la soledad. Tienen siempre una parte de la historia de cada uno. La gran dificultad se manifiesta en la pérdida, por fallecimiento, de buena parte de ellos y que no pueden ser satisfactoriamente substituidos por nuevas amistades.

Los vecinos.

Pertenecen al círculo próximo de cada persona. Comparten el hábitat privado y, por lo común, hay una dinámica recíproca de manos tendidas. Es un eficaz recurso de ayuda en cualquier situación.

Los Gobiernos.

En este campo de la soledad la ineludible responsabilidad de la Administración es de carácter asistencial. Y se centra preferentemente sobre el aislamiento social. En esta situación las intervenciones públicas son urgentes y necesarias porque es una historia personal y social de riesgo. Y lo primero es identificar las personas que se hallan en peligro social, valorarlo y tomar decisiones asistenciales. Para unos será la facilitación de los encuentros y la participación en la comunidad, ofreciendo recursos donde sea atractivo el salir del domicilio. Para otros serán acciones más intervencionistas, con preferencia médicas.

Las acciones benévolas.

Las realizadas en el ámbito de la gratuidad. La ayuda se desarrolla como deber y como ejercicio ético. Cuando las acciones gratuitas no pertenecen al conjunto de los voluntariados, estas son benévolas. Tienen el mismo valor ético que las inmersas en el voluntariado, pero son menos eficaces.

Los voluntariados.

Son las acciones de ayuda desempeñadas dentro de organizaciones inscritas en los registros oficiales, que cuentan con un programa, que aceptan a sus miembros con un compromiso, tras libre decisión, sin remuneración y siguiendo las directrices básicas de la ley del Voluntariado.

Estas acciones voluntarias o benévolas aplicadas a la soledad suelen organizarse alrededor del acompañamiento. Y como Sociedad Civil desarrollará su actividad siempre en la complementariedad, y si fuera necesario como suplemento, siempre transitorio, hasta la solución pública. Frente a la soledad, todos los agentes intervinientes dentro de la actividad soñidarial están realizando una bella e imprescindible tarea de humanización.

Y como colofón uno de los Proverbios de Antonio Machado:

Moneda que está en la mano

Quizá se pueda guardar,

La monedita del alma,

Se pierde sino se da”

 

Pamplona, 2 de Abril del 2020.

 

Juan Luis Guijarro.

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LA SOLEDAD EN LOS DÍAS DEL CORONAVIRUS https://www.voluntariadogeriatricopamplona.org/la-soledad-en-los-dias-del-coronavirus/ Mon, 30 Mar 2020 12:50:17 +0000 http://www.voluntariadogeriatricopamplona.org/?p=912 La entrada LA SOLEDAD EN LOS DÍAS DEL CORONAVIRUS aparece primero en VOLUNTARIADO GERIÁTRICO. ]]>

NOTICIAS

LA SOLEDAD EN LOS DÍAS DEL CORONAVIRUS

La Sociedad está viviendo una pandemia insólita. No es una peste como cualquiera de las que han asolado a la humanidad, antes menos numerosa, más desprotegida. Cuando el desarrollo tecnológico ha alcanzado límites insospechados, un agente patógeno de la micro naturaleza ha mostrado, bien a las claras, que el hombre es contingente, y que la seguridad que creía haber conquistado era vulnerable y engañosa. Quien podría pensar que surgiría una Guerra Mundial sin armas, sin sangre, donde un virus de procedencia china iría a derrumbar todas las perspectivas de bienestar del mundo de la opulencia. Las expectativas de frenar su expansión. se han visto superadas. La ciencia médica, tan útil, casis prodigiosa frente a tantas enfermedades, ha contemplado impotente su avance y su daño. Como en toda guerra, solo los ejércitos con buenos estrategas tienen posibilidad de vencer. Y los que se han enfrentado a esta invasión no han pasado por una academia de Estado Mayor, en este caso, para conocer la mejor arma, la prevención. El avance del contagio ha ido mucho más allá de lo que se presumía. En primea línea, la vanguardia de un sistema sanitario cuyos hombres y mujeres están denodadamente combatiendo, a pesar de la dudosa eficacia protectora. Y en la retaguardia, una población que tiene dificultades para obedecer las medidas excepcionales de unas autoridades amenazadas por la catástrofe social. Una población que, además, se halla poseída por el pánico tras una actividad de los medios de comunicación que apenas pueden evitar el sensacionalismo. Y mientras la infección por el virus se extiende alarmantemente, los científicos no consiguen conocer lo suficiente sobre este terrible agente para hallar recursos terapéuticos, preventivos y curativos, eficaces y oportunos. Y, sin embargo, será vencido, aunque las primeras batallas sea el SARS-CO-2 quien las gane.

La contagiosidad es alta, unas tres personas por cada infectado. La enfermedad respiratoria que causa puede llegar hasta casi la mitad de los que han resultado positivos en la prueba, bien es verdad que con distinto nivel de gravedad. La mortalidad en este país es de un 7% de los que enferman. La diana en la población son las personas mayores Esto debido al desgaste orgánico y a sus capacidades inmunológicas mermadas. Desde este somero esquema, ha de comprenderse todo el volumen de acontecimientos que van desmoronando las posibilidades de respuesta de las gentes de este país y de todos los que se hallan en parecida situación en otras naciones. Las noticias que en muy poco tiempo aparecieron en periódicos y televisión, dieron ocasión para que los ávidos informados se hospedara la preocupación. Luego pasó a ser angustia y en muchos algunos casos, pánico.

Conviene recordar que casi un 4% de los mayores viven en residencias, y buena parte con procesos invalidantes. En España unos 2 millones de personas de edad viven solas, con ayuda de sus familias, o sin ella, una cuarta parte del conjunto. Porque el índice de envejecimiento es uno de los más altos del mundo, casi un 19%. Este es el sector demográfico que más consume recursos sanitarios y medicamentosos, pero también son ellos el cimiento humano de la sociedad actual, a los que hay que ofrecer tutela y reconocimiento. Claro que en un tiempo en que la producción, el consumismo y el endiosamiento del dinero son dominantes, la vejez puede ser fácilmente valorada como una carga. La breve historia de la Covid 19 advierte que, son los mayores los preferentemente castigados por la pandemia, no solo por su acción nociva, también por que sufren las debilidades de la estructura asistencial que pretende responder a la invasión invisible. En las residencias, algunas con medios insuficientes, la invasión del virus ha creado un muy grave problema en su estructura de atenciones, y a donde las ayudas han llegado a destiempo originando noticias escalofriantes. Y quienes desde tribunas privilegiadas las han difundido olvidan que esto es consecuencia de un escaso control público de su funcionamiento.

Dos direcciones hay en esta inédita situación actual. La derivada del confinamiento y la de los que padecen la enfermedad, con la muerte como muy próxima eventualidad. La permanencia día a día en su cárcel domiciliaria, a las personas mayores, de modo especial a los que han cumplido más de 80 años, en estas dos semanas les ha originado abundantes conflictos y serias dificultades. Los más limitados en sus funcionalidades porque han de depender de los demás para su aprovisionamiento, con la sensación inevitable de constante amenaza. Lo mismo en los que viven solos, para quienes los habituales contactos han quedado cortados. En su aislamiento han de soportar la angustia de su indefensión. Si viven con familiares, con la zozobra del contagio. Y como en este tiempo cualquier otra enfermedad grave apenas puede ser atendida en el ámbito hospitalario, el temor es continuo. El sufrimiento que todo esto determina es suficiente para despertar en la sociedad sensible un sentimiento de compasión y solidaridad. Poco se puede hacer con esta responsabilidad ciudadana de estar en casa. Únicamente el teléfono, y en pocos casos, el uso de la comunicación vía online. Y porque no, en los creyentes de cualquier credo, las oraciones de intercesión.

Cuando uno enferma, si se queda en casa, la ansiedad ante su posible evolución es la regla. Además, es necesario cuidarle, la familia o las asistentas, siempre con el riesgo del contagio por las escasas posibilidades de eficaces equipos protectores. Eso hace que la tendencia a la hospitalización se haga casi necesaria. Y ahí surge otro serio dilema. Los recursos mayores, las UVI, han tenido que aplicar un criterio de selección, y a los mayores de 79 años se les niega. La consideración de la edad no es justa como determinación restrictiva. Hoy se disponen de guías para valorar las posibilidades de reversibilidad de un cuadro clínico y estas deben ser las que indiquen el ingreso o no en estas secciones, pero no la edad, proceder inequívocamente utilitario e incorrecto. Unas recomendaciones que ha publicado la Sociedad Española de Geriatría son bien claras a este respecto. Se hallen o no en una de estas Unidades, las posibilidades actuales de contar con compañía, familiares, amigos, voluntarios, son inexistentes. Esta es una situación de soledad que roza lo trágico. Únicamente cuentan con el consuelo de la benevolencia del personal que les atiende y que se hallan agobiados por ese exceso de trabajo que condiciona la masiva ocupación hospitalaria. Existen imágenes de pasillos donde hay personas junta a la pared tumbadas a la espera de ser atendidas y ocupar la cama de alguien que ha muerto o que ha sido dado de alta por su mejoría. Esta es una forma de soledad, que, por su número y características, se ha de situar entre las situaciones de mayor sufrimiento que puede cualquiera imaginar. Aunque la última soledad es la de la muerte, estas personas, en su mayor número de alta edad, la pandemia les lleva a morirse solos. Es uno de los aspectos más dramáticos de esta inesperada situación. El dolor de las familias es acerado e intenso. Y el juicio de injusticia por el destino último de sus familiares, dominante. Es muy difícil en estos momentos buscar responsabilidades a unos y otros niveles. Esta es una guerra que ha sorprendido a todos y los medios para defenderse son insuficientes. Un examen de la Historia nos señala que las pestes han asolado al mundo, uno de los cuatro jinetes del Apocalipsis. Entonces el desarrollo de la Humanidad no era como es hoy. Y sin embargo esta sociedad, con sus desniveles, el hambre, las guerras localizadas consentidas, los refugiados, los gastos armamentísticos, estaba enferma y es vulnerable. Claro que la segunda parte de este grave acontecimiento mundial será el hundimiento económico y sus consecuencias laborales y sociales. Queda por preguntar si la sociedad del siglo XXI, ahora derrumbada, si podrá sacar una lección suficiente de su necesidad de cambio. Mientras se logra vencer al Cod19 y sus efectos, la sociedad ha de ser responsable y solidaria, resistente y compasiva. Esos aplausos a las 8 de la tarde con sus sirenas y otros útiles sonoros, es señal de la respuesta comunitaria en su faz agradecida y esperanzada. Y sobre todo esa lucha silenciosa y comprometida de esos soldados en el frente de la pandemia, de los profesionales de la sanidad, que anteponen al peligro y a la pobreza de protección, el coraje de cumplir con su vocación de ayuda.

 

Pamplona, 27 de Marzo de 2020.

Juan Luis Guijarro. Geriatra y Voluntario.

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